jueves, 5 de noviembre de 2015

El hombre que no desempeña la tarea que tiene asignada en la vida, ha vivido en vano.

 
    Trabaja para ellos «hoy», y ellos trabajarán para ti «mañana». De la yema de la Renuncia del Yo, brota el dulce fruto de la Liberación final. Condenado a perecer está aquel que, por miedo a Mara, se abstiene de ayudar al hombre, como no sea en provecho propio. El peregrino que ansía refrescar sus secos labios en las aguas vivas, y sin embargo no se atreve a lanzarse en ellas por temor a la corriente, se expone a sucumbir de calor. La inacción originada del miedo egoísta, no puede producir sino malos frutos.

    El devoto egoísta vive sin objeto alguno. El hombre que no desempeña la tarea que tiene asignada en la vida, ha vivido en vano.
 
    Sigue la rueda de la vida, sigue la rueda del deber para con la raza y la familia, el amigo y el enemigo, y cierra tu mente así a los placeres como a los dolores. Agota la ley de retribución kármica. Atesora Siddhis (37) para tu nacimiento venidero.
 
   Si no puedes tú ser sol, sé el planeta humilde. Si no te es dable resplandecer como el sol de mediodía sobre el monte nevado de la pureza eterna, entonces, oh neófito, elige una vía más humilde. Muestra el «Camino», siquiera lo hagas vagamente y confundido entre la multitud; como lo muestra la estrella vespertina a aquellos que siguen su ruta en medio de la oscuridad.

   Contempla como Migmar, (38) cubriendo su «Ojo» con su velo carmesí, pasa majestuosamente acariciando la tierra adormecida. Observa el aura ardiente de la «Mano» de Lhagpa (39) extendida en señal de amorosa protección sobre la cabeza de sus ascetas. Ambos son ahora servidores de Nyima, (40) o dejados en su ausencia como centinelas silenciosos durante la noche. Uno y otro fueron, sin embargo, en pasado Kalpas, Nyimas resplandecientes, y podrán en «días» venideros convertirse de nuevo en dos soles. Tales son las caídas y los encumbramientos de la ley kármica en la naturaleza.

   Sé como ellos. Da luz y refrigerio al agobiado peregrino, y busca a aquel que sabe todavía menos que tú; aquel que sumido en desolación cruel, detiénese hambriento dcl pan de Sabiduría y del pan que alimenta a la sombra, sin Maestro, sin esperanza ni suelo, y hazle oír la ley. Dile, candidato, que aquel que hace del orgullo y del amor propio unos esclavos de la devoción; que aquel que, aferrándose a la existencia, ofrece, no obstante, su conformidad y sumisión a la ley como una fragante flor depositada a los pies de perfección pueden columbrarse a lo lejos muy lejos; pero se ha dado el primer paso, él ha entrado ya en la corriente, y puede adquirir la vista del águila de las montañas y el oído de la tímida corza.
 
   Dile, oh aspirante, que la verdadera devoción puede devolverle el conocimiento, aquel conocimiento que fue suyo de Shakya- Thubpa, (41) llega a ser un Srôtâpatti (42) en la presente encarnación. Los Siddhis: remotas encarnaciones.

     La vista del Deva y el oído del Deva no se logran en una breve existencia. Sé humilde, si quieres alcanzar la Sabiduría. Sé más humilde aún, cuando de la Sabiduría seas dueño. Sé a manera del océano, que recibe todos los ríos y torrentes. La poderosa calma del mar permanece inalterable, sin sentirlos.
 
     Refrena tu yo inferior mediante tu Yo divino. Refrena lo Divino por medio de lo Eterno. Grande, en verdad, es aquel que aniquila el deseo. Más grande aún es aquel en quien el Yo divino ha destruido hasta la noción del deseo. Vigila lo Inferior, no sea que mancille lo Superior.
 
     El camino de la Liberación final está dentro de tu YO. Aquel camino empieza y termina más allá del YO. (43) Menospreciada de los hombres y humilde, a los ojos altaneros del Tirthika,(44) es la madre de todos los ríos; vacía la humana forma, a los ojos de los necios, aunque llena de las dulces aguas del Amrita. Con todo, el origen de los ríos sagrados es la región sagrada, (45) y aquel que posee la Sabiduría, es honrado por todos los hombres. Los Arhans y los Sabios de visión sin límites (46) son tan raros como la flor del árbol Udumbara. Nacen los Arhans a la hora de medianoche, al mismo tiempo que la sagrada planta de nueve y siete tallos, (47) la flor santa que se abre y despliega en las tinieblas surgiendo del límpido rocío y del lecho helado de las nevadas cumbres, no holladas por ningún pie pecador. Ningún Arhán, oh lanú, llega a serlo en aquella encarnación en que, por vez primera, empieza el Alma a suspirar por la Liberación final. Sin embargo, oh tú de corazón al1sioso, a ningún guerrero que voluntariamente se ofrezca a pelear en la fiera lucha entre los vivos y los muertos,(48) a ningún recluta se le puede negar el derecho de entrar en el sendero que conduce al campo de batalla.
 
Porque, o vencerá, o sucumbirá.
 
La Voz del Silencio
Helena Blavatsky

Dedicado a los pocos.
 

 



 

 

 

 
 


 

 

 

 
 

 

 

 


 


 

 

 



 

 

 

 

 
 
 
 
 
 
 

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