lunes, 21 de marzo de 2016

Apolonio de Tiana, el otro Jesús.

 
    Apolonio nace en Tiana, ciudad de la Capadocia, actualmente llamada Kemerhisar, en Turquía, 3 años A.C. Su familia descendía de los fundadores de la ciudad. Desde temprana edad, destacó por su inteligencia, su sorprendente memoria, su gusto y facilidad por el estudio y su gran belleza. Se dice que fue un niño prodigio.

    A la edad de catorce años fue llevado a estudiar con Eutidemo, profesor de retórica en Tarso, pero, descontento con el estilo de vida de los habitantes del lugar, que consideraba burlones e insolentes, pidió a su padre que lo dejase ir a Aegæ, pequeña ciudad vecina donde había un templo dedicado al dios Esculapio.

    A los 16 años abrazó la doctrina pitagórica. Dejó de comer carne, argumentando que “vuelve espeso el espíritu y lo hace impuro”. El único alimento puro, decía, es aquel que proviene de la tierra: las frutas y verduras. Igualmente se abstuvo de tomar vino, pues consideraba esta bebida contraria al equilibrio del espíritu, entorpeciendo la parte superior del alma. Renunció a toda vestidura hecha de piel o pelo de animal, vistiéndose de lino. Iba descalzo (con sandalias de corteza), se dejó crecer el pelo y se fue a vivir al templo consagrado al dios Esculapio.

    Tras la muerte de su padre y al llegar a la mayoría de edad, Apolonio heredó una fortuna considerable a la que renunció, quedándose con lo estrictamente necesario para sus desplazamientos y alimentación. Repartió los bienes entre su hermano (un joven entregado a una vida disoluta) y algunos familiares, explicando que llevaría una vida de asceta y por tanto nunca formaría un hogar.

    Su género de vida y su lenguaje sentencioso y oscuro hicieron tal impresión que no tardó en verse rodeado de numerosos discípulos. Se dice que fue admirado por los brahmanes de la India, los magos de Persia y los sacerdotes de Egipto. En Hierápolis, en Éfeso, en Esmirna, en Atenas, en Corinto y en otras grandes poblaciones de Grecia, Apolonio apareció como preceptor del género humano, visitando los templos, corrigiendo las costumbres, por ejemplo los sacrificios de animales para los dioses, y predicando la reforma de todos los abusos.

    Vespasiano, que le había conocido en Alejandría, le miraba como hombre divino y le pedía consejo. Habiendo cantado un día Nerón en un teatro en los juegos públicos, Tigelino preguntó a Apolonio qué pensaba del Emperador: "Le hago mucho más favor que tú, respondió el filósofo; tú le crees digno de cantar; yo de callarse". El rey de Babilonia le pedía un medio de reinar con tranquilidad. Apolonio se limitó a contestarle: "Ten muchos amigos y pocos confidentes". Luego habiendo sorprendido a un esclavo eunuco con la concubina de dicho rey, el príncipe preguntó a Apolonio cómo castigaría al culpable. "Dejándole la vida", contestó el filósofo. Y como el rey se mostraba sorprendido, añadió: "Si vive, su amor será el mayor de los suplicios".

    En el reinado de Domiciano, Apolonio fue acusado de magia, encerrado en un calabozo, después de haberle hecho cortar el pelo y las barbas, y allí cargado de grillos y cadenas. Desterrado después por el mismo Emperador, murió al poco tiempo, lo cual no fue obstáculo para que a su muerte se le erigieran estatuas y se le hicieran honores divinos. Éfeso, Rodas y la isla de Creta pretenden poseer su tumba, y Tiana, que le dedicó un templo, obtuvo en memoria suya el título de ciudad sagrada, lo que le daba el derecho de elegir magistrados.

    Lampridio asegura que el emperador Alejandro Severo tenía en su oratorio entre los retratos de Jesús, Abraham y Orfeo, el de Apolonio; Vopisco, en su Vida de Aurelio, que hace de él grandes elogios, dice que debe honrársele como ser superior.

    Hasta el siglo V, la reputación de Apolonio se mantuvo viva aun entre los cristianos. Prueba de ello es que León, ministro del rey de los visigodos, invitó a Sidonio Apolinar, obispo de Auvernia, a que le tradujera la vida del filósofo escrita por Filóstrato. El obispo escogió el ejemplar más correcto y sobre él hizo su traducción que remitió al ministro con una carta en que ensalza las virtudes del filósofo; diciendo que para ser perfecto sólo le faltaba haber sido cristiano. Al parecer, el descrédito otorgado a él fue causado por sus mismos discípulos que, queriendo realzar el mérito de su maestro, le han presentado como un impostor atribuyéndole milagros y profecías que le colocan a la altura de los embaucadores vulgares. La vida que posteriormente escribió Filóstrato está tomada de otra debida a uno de los compañeros de Apolonio, llamado Damis.

    Jacques Bergier, en su libro Les livres maudits (1971), dice esto:

“El lector podría preguntarme de dónde he sacado la idea de que obras pertenecientes a civilizaciones muy antiguas se encuentren en la India. Esta idea no es nueva; fue introducida en Occidente por un personaje tan fantástico como Apolonio de Tiana [...] Apolonio de Tiana impresionó mucho a sus contemporáneos y a la posteridad. Se atribuyen a Apolonio poderes sobrenaturales, que él mismo niega con la mayor energía. Es indudable que viajó a la India. Murió a una edad muy avanzada, más de cien años... Lo cierto es que Apolonio de Tiana afirmaba que existieron en su época, o sea en el siglo I d. C., en la India, libros extraordinarios y muy antiguos que contenían una sabiduría procedente de edades extinguidas, de un pasado muy remoto. Al parecer, Apolonio de Tiana trajo de la India alguno de estos libros, y conviene observar que, gracias a él, encontramos en la literatura hermética pasajes enteros de los Upanishads y de la Bhagavad-guita. [...] Damis habla, en lo que nos queda de sus notas, de reuniones secretas, de las que él era excluido, entre Apolonio y los sabios hinduistas... También parece que estos recibieron a Apolonio como un igual, que le instruyeron y que le enseñaron más de lo que jamás habían enseñado a ningún occidental".

    “Promulgó un nuevo orden de paz, amor, de libertad. Le siguió innumerables personas, teniendo sus propios discípulos. Se le atribuyeron milagros, curó a enfermos y revivió a los muertos… Fue condenado y murió bajo el poder romano… ¿Le suena esta historia? ¿Se trata de Jesús de Nazaret? Pues aunque sus vidas fueron análogas no se trata de Jesús de Nazaret sino de Apolonio de Tiana, considerado un mago, una persona que pasó al olvido por que la poderosa figura del rabí de Galilea lo eclipsó”. José Manuel García Bautista.

¿Quién fue realmente Apolonio de Tiana? ¿Un místico?¿Un iluminado?¿Un elegido? Para muchos fue: el otro Jesús.

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